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Doña Ana de Estrada, viuda del tesorero Juan Alonso de Sosa -como tutora y administradora de sus hijos-, es concertada con Sebastián Rodríguez de Santa Olalla, en venderle los cueros vacunos que se sacaren de la estancia que doña Ana y sus hijos tienen en la provincia del Pánuco -que fue de Jacobo Orlando [sic.]-, durante 9 meses a partir del 14 de agosto de 1562. El precio de los cueros será: los que se le den por salar, con carne y sebo, a 3 tomines y cuartillo de oro común cada uno, con que no excedan 2 000 reses; y los que se le dieren salados, a 8 reales de plata cada cuero, doblados y bien salados. Los cuales deberán ser puestos en el puerto de Tampico, en la provincia del Pánuco o en otra parte más cerca de la estancia, en donde se puedan sacar por agua. Declarando que las reses que se maten para sacar los cueros, serán matadas en la misma estancia a costa del comprador, salvo el pago de una persona enviada por doña Ana de Estrada para ver matar las reses; y lo que desjarrete quede para él; que los cueros deberán ser de novillos y toros que el comprador está obligado a pagar, luego 400 pesos de oro común en reales de plata y el resto que montaren los dicho cueros, conforme éstos se fueren entregando; que Ana de Estrada se obliga a que no venderá a ninguna otra persona, ni ganados ni corambre de novillos ni toros. No firmó Sebastián Rodríguez de Santa Olalla. Testigos: Juan de Maqueda, Rodrigo Ramos, Antonio Rodríguez y Alonso Cabrera, vecinos y estantes.